Esta aventura sucedió hace como tres años atrás. Unos amigos de LA me invitaron de paseo a "Chichintahue" (Santa Bárbara, Ralco, Valle del Qeuco, Pitril, 10 km más arriba), paseo de fin de semana, a decansar, pescar, comer chivo, cordero y aplicarse con algo de copete... uy, te encargo la cantidad de copete.
El viaje Concepción - Los Angeles - Ralco - Queuco, no problem. La subida a la casa de Lizardo, empezó a poner a prueba mi jeep, que en ese tiempo estaba sin tracción. Mis eventuales acompañantes, a bajarse a empujar y ya estabamos arriba.
Una vez bajo los móviles, a ordenar las cosas, a elegir la víctima y esperar el asado. Don Beto, papá de Lizardo, a prepararlo...
Llegó el almuerzo, el chivo, el mate, exquisito, aire puro, cero celular, todo bien. La tarde transcurría sin mayores comentarios, hasta que a Cristian se le ocurrió la idea de ir a la laguna "Cauñicú" a terminar de hacer el asado, pescar, echar el laser de Boris al agua y darnos los chapuzones correspondientes, para calmar el calor...
A mi se me asignaron por pasajeros al sobrino de Lizardo y la mamá de Lizardo...
El camino resultó ser un desastre, mas bien una huella, era impresionante la estrechez del camino, sin inventar, por un lado el talud del terreno y por el otro un acantilado de 150 m. Algunas veces, la pendiente del camino y el capó del jeep no dejaba ver la huella y había que guiarse por la pared del talud... Hasta ahí todo bien, hasta que empezaron las cuestas y el camino empezó a pedir la doble tracción del jeep, la cual no estaba disponible (por razones que se explicarán en otra ocasión).
Las primera cuestas pasaron sin problemas, hasta que me encontré con una en que había grandes piedras como base que hicieron patinar los neumaticos y el jeep empezó a retroceder, frenado y todo...
El resto del team Imetal, muchos de los cuales iban caminando, empezaron a sujetar y empujar el jeep, cuando empiezo a sentir a la mamá de Lizardo, rezando el rosario... Se lo rezó todo y faltó poco para que yo la empezara a seguir.
Me lo transpiré todo, tiritaba entero, las piernas las sentía como lana, nunca había pasado tanto susto en un camino.
Me lograron sacar de esa cuesta, continuamos el camino y la mamá de Lizardo segúia rezando. Mas adelante, otra cuesta, pero esta vez fue mas facil, me remolcaron.
Después de casi tres horas de travesía, llegamos a la laguna, hicimos todo lo que teníamos presupuestado y recuperamos los ánimos.
La vuelta, fue muy simple, sólo bajada y sin el Rosario como música de fondo.
La verdad, es que cada vez me acuerdo me pongo nervioso. Nunca había tenido tanto susto.
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